Liliana Zuloaga

Cuando bailar se volvió lucha 

Desde hace décadas me dedico por ganas, por amor, por convicción a difundir las danzas andinas. Primero comencé con danzas peruanas, cuando en la última época de la dictadura conocí a unos profesores de Perú y del norte argentino. Soy del Norte, mi familia es de Catamarca, es diaguita. Cuando vine a Buenos Aires me pasaba que en esta urbanidad lo referente al folclore criollo no me impactaba, como me impactó el sonido de una quena, de un sicu. No sé por qué, tal vez porque mi abuela me lo transmitió sin que me diera cuenta. Un día me pregunté qué era lo que tenía pendiente y dije: bailar. Ahí comenzó todo esto, empecé a bailar y no paré más. Hace ya treinta y tres años. 

Yo había elegido como profesión el trabajo social, lo que en ese momento me puso en contacto con muchos migrantes. Empecé a bailar folklore boliviano, empecé a incursionar en todo lo que era de migrantes, con todos los problemas que significaba bailar una danza boliviana, muy descalificada en esta sociedad, desconocida también, con un grupo humano pequeño y también castigado. Entonces, logré hacer otro acompañamiento de las personas. Bailar se volvió lucha, una lucha migrante, por los derechos de los migrantes, por mejorar su situación social y laboral. Así conjugué la profesión y la danza.

Aprendí de muchísimos profesores, viajé mucho a Bolivia, conozco hasta las comunidades más pequeñas de gran parte del cordón andino, y así se conformó el Centro Cultural Amerindia. Se trata de un lugar de contención social, donde hay una búsqueda de la identidad, de sostener la identidad de cada uno, los valores de la humanidad y de nuestra gran América. Porque la necesitamos unida, no es un eslogan, ni una bandera política, es la necesidad de poder completarnos.

Yo me nombro Maestra. Bailarina, desde ya, amo expresarme así, y coreógrafa. Yo digo que soy “Liliana de Amerindia”, es decir que estoy en todos lados. Mi mayor deseo es transmitir lo que aprendimos. No hay una gran ambición, no somos los mejores, no somos los únicos. Muchos piensan que los argentinos somos diferentes, hablando de danza, de las culturas andinas, pero no es así, no somos tan diferentes. Yo me nombraría así como mi grupo, no tanto como Liliana, Liliana es una trabajadora para este grupo, para Amerindia. Eso soy: una trabajadora del arte dedicada al grupo de pertenencia, que es Amerindia, eso soy, eso seguramente soy.

Compartir con otro un ritual

En Amerindia, a mí me toca como profesora de danza la parte de la danza autóctona que, creo, todavía no es comprendida. Transmitir una identidad a través de la danza es complejo, hay que pensarlo bien, porque nosotros manejamos danzas mestizas, autóctonas, criollas. Nuestro gran intento siempre ha sido acompañar a las comunidades más tierra adentro. Y eso es difícil sin hacer una transformación, el solo hecho de tocar un escenario urbano ya es una transformación, la mayoría de nuestras danzas son de carácter ritual, están devocionadas a la Pacha, al Sol, al Wayra. Todo tiene una relación, entonces nosotros no trabajamos desde el punto de vista idealista, uno llega a nuestro centro cultural y la persona baila, baila como baila, va aprendiendo diferentes técnicas. 

Enseñamos, tenemos talleres abiertos a todo el mundo. Ahora tenemos un grupo de personas mayores más que jóvenes, y a mí me reconforta, porque hay personas que han esperado hasta los 40, 50, 60 años para darse el gusto de bailar danzas autóctonas. Y también es otra relación la que hay, no hay tanto lucimiento. Un bailarín lo primero que quiere es ser halagado, estar bello, pero esos parámetros no son los que manejamos. Hacemos los talleres y tenemos un cuerpo de danza, por lo general hacemos uno o dos eventos teatrales en el lugar. También vamos a donde nos llamen, a donde nos necesiten, de forma voluntaria, como para mostrar un poco el espíritu que no queremos perder. 

De todas las artes, la danza es la más comunitaria. En la danza, vos podes compartir con otro un ritual y lo podes hacer así, libremente y después vas aprendiendo. Es un arte que se puede compartir. Después el tema corporal en sí tiene sus cosas. En las danzas andinas existen momentos y existe el objetivo, la motivación, no hay mucho problema si uno se junta, junta sus manos, si te enredás, si no te enredás, si jugas al carnaval y le tiras harina. Depende de la ocasión. Es un instrumento artístico que podemos tocar todos, participar todos. Es por eso que me gusta. Y aparte porque también es terapéutico, la gente cuando se mueve, mueve energía y eso muchos profesores lo dicen y es la verdad: estás medio mal y movés tu cuerpo, te relajás o incorporás algún sonido que te ponga bien, eso ayuda mucho, hemos ayudado a un montón de personas así.

Amerindia fuimos siempre, desde que nos conformamos como cuerpo de danza, representantes de Bolivia. Desde el inicio mantuvimos la idea de una América indígena y fuimos profundizando esa idea a medida que conocimos más el continente. Porque estas son danzas que hay que conocerlas en el lugar y nosotros buscamos transmitir con la mayor seriedad posible cómo viven nuestras comunidades.

Despojarse de todo y estar juntos 

Desde hace un tiempo transformamos un poco lo que hacíamos, tuvimos miles de críticas y fue medio amargo. Ahora, por ejemplo, bailamos sin trajes típicos. Lo decidimos por varias razones, primero fue casi una causalidad, cuando nos enteramos que la Amazonía había sido incendiada, y que acá, los bailarines tenían muchos problemas con sus dirigentes, nos pasó que no teníamos ánimo para usar los trajes. Luego, teníamos un grupo muy heterogéneo de bailarines en edades, en posibilidades técnicas, en cuánto a expresión de danzas. Y también el traje típico muchas veces oculta un montón de cosas, hay gente que está sufriendo, que le están pasando cosas y nosotros siempre fuimos un poco así, bailamos, nos divertimos, queremos agradarte, pero queremos también decirte que hay explotación infantil, que hay explotación en esto, que hay lo otro, que no nos olvidamos. Entonces, nos sentamos con mi hijo, nos miramos y dijimos “no, se acabó, no vamos a hacerle el show folclórico a nadie, vamos a salir vestidos de negro -porque nos sentíamos así, enojados y tristes- y vamos a utilizar elementos y vamos a hacer mucho mix de ritmos diferentes, todos juntos, a lo loco”. Y ahí salió la puesta nueva, que fue toda una sorpresa. Lo mejor es despojarse de todo y estar juntos, no importa si bailas y sos una estrella máxima o te toca al lado de una que apenas puede encajarle a un compás, pero estamos y esa es la respuesta que Amerindia tiene para esta urbanidad. 

La danza, la música y la actualidad – Relatar nuestra realidad

Hay cierto prejuicio sobre los grupos como el nuestro. Nosotros siempre hemos trabajado un poco desde afuera. Si te ponés a pensar, hay todo un movimiento clásico, contemporáneo que, recién cuando el contemporáneo se fue un poco con el punk, empezó a acercarse a lo folclórico. Pero hay cierta división entre ese tipo de danzas y lo folclórico, y dentro de lo folclórico, las danzas andinas están un poquitito más al final, esa es una realidad. Esto se ve en los concursos. También a mi entender hay poca producción de material que tenga que ver con las danzas de nuestros pueblos indígenas. Eso es lo que tratamos de hacer nosotros, sé que es difícil, es muy difícil y hay que estudiar mucho, pero creo que en nuestra región falta un poco eso. Dentro de lo folclórico estaría lo andino folk, lo folclórico andino y después las danzas de los pueblos indígenas, muy al final. Eso es lo que nos falta en la danza. 

Mi hijo Mayco y yo en esto estamos juntos, es por ahí como carne, sangre, no sé, yo lo veo así. Mayco baila con una emoción increíble y es esa cosa libre que creo que mamó, eso de me muestro, muestro mi afecto y el cariño que le tengo a todo lo que son mis identidades. No estamos tan juntos, por suerte no pensamos igual en varias cosas, pero tenemos un objetivo en común. Yo por ahí estoy más con el tema de la casa, de la contención social, de la lucha. Él está en la parte folclórica, va y viene, estudia, piensa y en eso estamos muy juntos y por eso te digo ese último cambio que hemos tenido lo hizo una mujer grande con un joven; y los dos sentíamos lo mismo, se terminó todo esto, hay que salir a luchar de otra forma, hay que presentar la danza para que nos miren, nos escuchen, nos entiendan, porque son puestas en las que, a la par, vamos hablando. Por ejemplo, con lo que pasó con Bolivia, con el gobierno de facto de Áñez, vamos relatándolo en la danza, bailamos y relatamos, y relatamos también lo que sentimos. En este último tiempo, todas, desde que empezó el gobierno de facto, todo el tiempo: “Bolivia está pasando por tal momento”. Los dos estamos en un buen momento, porque él hace lo que quiere y yo también. Se unieron las dos cosas, entonces, subo al escenario y vamos relatando la danza y vamos diciendo no queremos esto para nuestro país, no queremos esto para Bolivia, no queremos esto para el continente, y metemos esa emoción.

No hace mucho fuimos a inaugurar Tecnópolis, me subí al escenario y la gente hablaba de Bolivia, no es que aplaudía. Porque instalamos el tema, el público miraba bailar, escuchaba el ritmo y escuchaba lo que pasaba en Bolivia, mira el ritmo y escucha lo que pasa en la Argentina, entonces se dio una creación diferente, donde de repente hay un poco de actuación, de estar relatando cosas, está la danza, la música y la actualidad. Porque si nos falta algo es juntarlo un poco, como para mandarlo, para que no quede: “Ay sí, los precolombinos”, “Que bonito”, “Todos sean puros”, “Todos sean sanos”, “Todos sean así”. Y esas no son nuestras realidades, nuestra cara es esta, y es todo lo que tenemos. Alguien lo tiene que relatar y lo relatan también los folcloristas, lo relatan el contemporáneo y el clásico lo hace a su forma. Nosotros estamos contentos porque creo que logramos en Amerindia el ensamble deseado.

Porque parece mentira, pero a veces el apoyo de uno, el acompañamiento de otro hacen que otro esté bien. Me doy cuenta mientras transcurre el tiempo, la gente llama y dice “Acá descubrí tal cosa” o “gracias a esto pude hacer otra cosa”, es que los seres humanos no nos damos cuenta de la repercusión que tenemos en los otros. Entonces, es muy importante lo que vos hacés, lo que comunicás; lo que nosotros hacemos, recibir a alguien que esté medio bajoneado, levantarle el ánimo, la autoestima, para eso estamos nosotros seguro.

Esta entrevista pertenece a Gente de danza

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