Bettina Quintá

Reclamar lo que corresponde

Hace veintiocho años que bailo, ahora contemporáneo pero anteriormente también fui bailarina de ballet. Empecé a los cuatro años en mis pagos, que es provincia de Buenos Aires, con una maestra rusa que se había exiliado en la época de la guerra. Era muy buena, por suerte fue a provincia y yo empecé los primeros pasos con ella, lo que fue clave, porque empecé con una buena base. Después, fui a capital a estudiar, hasta que entré a la escuela del Teatro Colón. Ahí me recibí en la carrera de bailarina, paralelamente a los 16, también ingresé al Ballet estable del teatro Colón, donde estuve como siete años contratada. Luego de eso, en 1999, ingresé a la Compañía del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín y ahí estuve nueve años más. 

Fui parte de la compañía del San Martín hasta que un grupo de bailarines fuimos desvinculados por luchar por derechos laborales. En esos nueve años ahí no tuvimos ningún derecho laboral, ni siquiera cobertura médica por los accidentes. Así que decidimos cambiar y hacer lo que hay que hacer, que es reclamar lo que corresponde. A partir de ese despido, surgió la posibilidad de presentar proyectos a nivel nacional y luego de un año complejo, de muchas audiciones, de pruebas, de ver si funcionábamos los que habíamos sido despedidos, fundamos en 2009 la Compañía Nacional de Danza Contemporánea. Los cofundadores fuimos seis, hoy sigo siendo bailarina intérprete de esa compañía. Ahora estamos esperando que salga la ley jubilatoria de bailarines nacionales, la estamos militando. 

Cuando nos despidieron del San Martín justamente fue porque entendimos que nos teníamos que organizar y agremiar. A partir de ahí, creo que fue en el 2007, yo fui delegada hasta el día de hoy, primero en ATE, y ahora en UPCN, que son dos gremios que representan a los trabajadores nacionales de todo el país. Así, me fui vinculando mucho con todo lo que es la lucha de los derechos de los trabajadores. En el caso de los bailarines hay mucho por hacer a nivel mundial, pero en Argentina quizás aún más en algunos aspectos, en otros a veces creo que estamos más evolucionados

Si nosotros los que estamos a nivel nacional con un sueldo, logramos ciertos derechos, eso sirve para que los colegas que no tienen un sueldo fijo porque no pertenecen a un organismo y que tienen que rebuscársela, digamos, de manera independiente, se apoyen en esos derechos. Sirve para que también en el ámbito independiente existan esos derechos. Así que no es menor todo lo que se construyó desde que fui desvinculada del San Martín. Ahora, al estar contratados en blanco y como trabajadores estables, tenemos los aportes jubilatorios hechos por el Estado, obra social, vacaciones, aguinaldo, ART. Todo lo que no teníamos en el San Martín, acá en la Compañía Nacional sí existe, lo que no es muy común y menos en el mundo de la danza.

El trabajo de bailar: dignificar la profesión

Cuando creamos la Compañía, muchos colegas se sintieron representados por nosotros. Con los años algunos se fueron, otros siguen estando y quizás entendieron con el tiempo un poco esto, que nosotros somos empleados públicos. Eso molesta: “¿cómo somos empleados públicos?” Sí, somos obreros de la administración pública y nuestro rol es bailar. No es que somos parte de una elite y nos tienen que tratar de otra forma, no, porque de hecho nuestro sueldo sale del pueblo y nosotros damos a cambio nuestro trabajo. Eso costó entenderlo, parecía hasta vergonzoso decir que uno era trabajador público

La cuestión del rol del trabajador costó, porque el bailarín siempre quiere bailar porque es lo que le gusta y el instrumento que tiene para eso es el propio cuerpo, por eso, tal vez uno se pone medio Narciso, mirándose todo el tiempo en el espejo y no sé qué, pero en realidad, a fin de mes pagás las cuentas con el sueldo que te dan en el trabajo y eso significa que vos trabajás de eso. Ahora es eso lo que buscamos: que se respete la profesión, que se entienda que es un trabajo, no es “a mí me gusta bailar”. Ese es el punto para mí: la danza es trabajo. Pero hay algunos, incluso políticos, que cuando les hablás de la jubilación te dicen: “no, pero ustedes se quieren retirar re jóvenes”. ¿Vos te imaginás un futbolista jugando en la selección con más de 40 años? No. Entonces por qué si mi trabajo es de alto entrenamiento, a la par que el de un deportista, tendría que seguir. Siempre hay que luchar por lo que corresponde tener, porque la danza es un trabajo. Sí, me gusta bailar, pero yo compro mis frutas y mis verduras con esta plata. Se tiene que poder vivir de esto, hay que dignificar la profesión. 

En la compañía estamos abiertos a bailar no solo en teatros, también en espacios públicos. Una de las cosas que nos surgió al menos a nosotros, que veníamos de un teatro muy tradicional como es el San Martín, es que teníamos ganas de mezclarnos con colegas de todo el país. Así que se nos ocurrió invitarlos a tomar nuestras clases. Invitábamos cada dos meses a un grupo, y después cambiábamos. Cuando hacemos funciones, generalmente bailamos con algún grupo del lugar adonde vamos. También creamos un programa que se llama “Partido y compartido”: hacíamos una convocatoria y la compañía que quedaba seleccionada, bailaba, compartíamos la escena. Todo ese tipo de cosas, todos esos intercambios, acercamientos, nos parecieron fundamentales. Es muy interesante que la compañía nacional, ya que es nacional, albergue ese tipo de propuestas. 

Danza y maternidad

La maternidad fue bastante compleja para mí. Cuando te toca ser madre, la lactancia, el post parto, el pre parto, todo el embarazo es muy difícil. Nosotros, justamente, en Nación estamos trabajando con eso también, porque, por ejemplo, cuando tenés que irte de gira, no podés llevar al chico a la gira. Si lo hacés, lo tenés que costear todo vos y eso es imposible, es impagable. En general, se hace como un arreglo interno que establece que que cuando estás en lactancia no vas a las giras. La ley dice que tenés permitida la lactancia, pero si no te dejan llevar de gira a tu hijo, es un lío. Además, están las madres que son más apegadas y también hay que respetar eso, vos querés respetar los tiempos de tu hijo y te sentís presionada para viajar. 

En mi caso, además, mi compañero Ernesto y yo estamos los dos en la compañía, entonces tenía que viajar uno o el otro, porque si no nuestros hijos se iban a quedar sin los dos padres. Muchas veces las presiones vienen también de los compañeros, no solo de las direcciones. Los derechos de las mujeres son todo un tema en relación con la danza: hay mujeres que tienen cesárea y no pueden volver enseguida a bailar, algunas que no tuvieron casi lactancia por elección, otras que sí querían la lactancia el mayor tiempo posible. Cosas que tienen que ver justamente con el patriarcado y los mandatos de las mujeres. Todo eso se tiene que ver, se tiene que poder regular. En la compañía hay muchas madres, yo me acuerdo de mí pero también veía a otras correr para acá, para allá, sentirse culpables, si vas de gira es porque dejás a tu hijo, si no vas de gira porque no fuiste a la gira. 

Lo que hago lo puedo hacer porque tengo a mi compañero, Ernesto, que me hace la gamba, porque es mucho, y así todo, sigue siendo mucho. Varias veces colapsé porque es demasiado, tengo la cabeza en mil lados: los chicos son chicos, hay que llevarlos al colegio, la casa, al mismo tiempo uno todo el día ensayando, ellos todo el día en el colegio, sacarlos.  Los días de función era un lío, había que sacarlos antes porque nosotros entrábamos a la noche y si no, no nos veíamos en todo el día. Entonces los sacábamos antes de la escuela para verlos un rato y después preparar todo, llevarlos a lo de algún familiar que los cuide. Ellos nos esperaban hasta tarde para vernos, así que nos acostábamos tarde todos y al otro día temprano de vuelta y nadie se podía levantar. Encima, los dos bailamos ahí, tenemos el mismo horario, si él hiciera otra cosa, bueno, te compensás, pero olvidate. Ernesto también en su momento fue delegado y entiende perfecto. Siendo delegado necesitás tener un compañero que te baje un poco y te ayude a organizar las ideas, porque si no explotás, y aun así, cada tanto, exploto. 

Abrirse a otras danzas

La danza es una profesión en la que se empieza desde muy chico y se termina joven, eso también se tiene que entender, porque esto que te dije de los funcionarios o los que están en el Congreso, los diputados o senadores, no todos entienden. Cuando vos estabas tomando la leche chocolatada en la primaria, yo ya estaba estudiando ballet, cuando vos en la secundaria estabas en la edad del pavo y no sabías que ibas a hacer de tu vida, yo ya estaba trabajando en el ballet del teatro Colón como bailarina. Y cuando vos fuiste a la universidad yo ya tenía una carrera hecha, entonces, hay que entender que la de bailarín es una carrera que va paralela a lo que es la vida de una persona. Como se trata de una profesión de jóvenes, para poder hacerla en un organismo, tenés que comenzar desde muy chico, es así porque es con el cuerpo. La danza te apura, y a las mujeres más por esto de la maternidad, es realmente mucha presión para las mujeres todo este combo en pocos años. En general, a una mujer de entre veinte y treinta años que no tiene su casa, o no tuvo pareja, o no tiene hijos se la ve raro, porque eso es lo que el mandato social te dice que tenés que hacer o tener. En la danza, además, se suma que si no entraste a una compañía -y hay pocas- no vas a poder bailar y se acabó el mundo. El año pasado, en los encuentros virtuales que tuvimos con alumnos de distintas escuelas, nos preguntaban eso, y yo les decía que no se cerraran a una sola corriente de danza. Yo empecé en ballet y podría haber seguido ahí. Me fui porque en el Colón, donde estaba, no había concurso para poder entrar estable y tenía que irme a trabajar de otra cosa, pero descubrí el contemporáneo que era, en realidad, lo que quería bailar. Entonces, no hay que cerrarse, hay otros tipos de danza. Muchos se frustran, dicen: “Ay, no soy para el ballet” y ya se acabó el mundo. No, podés bailar otras danzas, y quizás descubrís que te gustan más y que son más para tu cuerpo. Eso es lo que yo más o menos pienso. Yo tuve todas estas disyuntivas cuando era chica, si me iba afuera porque era alta, porque acá en el Colón no querían altas, después por suerte empezaron a aceptar a las altas, pero todo el tiempo me decían que me fuera a Europa, a Estados Unidos, y yo quería bailar acá, no allá. Y la seguí, la seguí, la seguí e hice la carrera que quería acá, siendo alta. Era todo un tema en mi época la altura, era una locura, mucha persecución con eso, capaz que todas las persecuciones que sufrí me vinieron bien para ser así.

Esta entrevista pertenece a Gente de danza

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